Mitología
Teniendo en cuenta la época en la que el relato está ambientado, no podían faltar en el referencias a diversos aspectos mitológicos muy arraigados en una sociedad que muy lentamente iba viéndose obligada a abandonar sus antiguos cultos ante el empuje del cristianismo.
A lo largo de la novela aparecen frecuentes menciones a “Mari”, a “Sugaar”, a “Gaueko”, que entre otros conformaban un extenso panteón de fantásticos númenes.
Algunas asoman de soslayo, como una aparente representación de Mari en las formas de un árbol seco y retorcido conformando en apariencia la silueta de una mujer. En otras ocasiones las referencias a estos personajes o credos serán claras y directas.
El tránsito de lo pagano a lo cristiano tiene una gran importancia y así queda reflejado en varios episodios de la novela, como la transformación de los antiguos lugares de culto en cristianos para hacer desaparecer esos credos proscritos.
Quizá no esté de mas profundizar un poco en alguno de estos personajes, pues todo lo “mitológico” bien sea a través de sus representaciones o de la fe que algunos personajes profesa, confiere a la novela un elemento fantástico que acompañará al lector a lo largo de toda la historia, intentando contagiarle en parte de una singularidad muy particular.
Mari
La Diosa Mari, la Dama, “la que todo lo oye y todo lo ve”, se trata de una divinidad de carácter femenino y es el numen principal de la mitología vasca, en la que todos los seres y genios estarían supeditados a ella.
Hace funciones de oráculo, representa tanto a los fenómenos naturales (tormenta, viento,…) como a los animales cuyas formas es capaz de adoptar y aparece siempre vinculada a espacios sagrados (manantiales, cuevas, cimas de montañas,…) rigiendo la conducta de los seres humanos.
Mari somete a la naturaleza entera a su voluntad, pues ella es en si la naturaleza, una personificación de la Madre – Tierra.
Mari castiga la mentira, la jactancia, la falta de ayuda al prójimo, encargándose, asimismo, de que se cumpla la palabra empeñada y sobretodo, de que se lleve a término la voluntad de la madre. Igualmente, educa y transmite conocimientos (misterios) a las mujeres.
Pero además existen una serie de peculiaridades que conectan el mito de Mari con la prehistoria. El ejemplo más claro es que Mari está estrechamente vinculada con las cuevas y el mundo subterráneo. Los genios y animales en los que se metamorfosea proceden según las leyendas del inframundo, lo que establece un vínculo con las expresiones artísticas y culturales de las cuevas prehistóricas del cantábrico y el Pirineo. Son indudables los paralelismos con otras culturas indígenas en las que la cueva se concibe como entrada al útero de la Madre-Tierra, lugar dónde se gestan todas las criaturas vivientes, pero en la mitología vasca lo hacen también las celestes.
Una descripción más precisa del inframundo vasco sería identificarlo como útero del cosmos, así pues el sol y la luna son concebidas como hijas de la tierra.
La Tierra como madre, dando a luz a todo lo que existía, incluidos al Sol y la Luna, ambos astros de carácter femenino en la mitología vasca.
Se consideraba que cuando amanecía era que la Tierra había dado a luz al sol, mientras que la luna “había regresado” al útero materno, y cuando anochecía, se consideraba que la Tierra había dado a luz a la luna, mientras que Eguzki (la Sol) había vuelto nuevamente al útero materno. Algo que condicionó también la forma de concebir la muerte por los antiguos vascos, quienes al fallecer “regresaban a la tierra-madre”.
La Tierra es el eje de la existencia, todo lo que hay por encima de ella es “vivo”, y todo lo que hay debajo es “muerto o sobrenatural”. El paganismo vasco es principalmente subterráneo, no solo los Dioses o espíritus viven principalmente en las cavernas, o es situado el “más allá” bajo tierra, sino que “todo” proviene del mundo subterráneo.
La luna, el sol, los vientos y las tempestades, estas últimas provocadas por actividades sobrenaturales que tienen lugar bajo tierra y que, a través de grutas y aberturas naturales, se escenifican en el mundo del ser humano a modo de vientos y tempestades.
Quizá por ello Mari tenga distintas moradas que están ubicadas en algunas cuevas muy señaladas en las cimas de las principales cumbres del territorio vasco. “Puertas” que sirven de transito entre el infra-mundo y la tierra de los hombres.
Es capaz Mari de estar en varios lugares a la vez, de adoptar variadas formas y su presencia dependiendo en qué lugares, condiciona los fenómenos atmosféricos. Sobre ello existen multitud de leyendas esparcidas a lo largo de la historia y geografía vasca.
El territorio vasco fue la zona de europa occidental donde mas tardiamente arraigó el cristianismo, lo cual explicaría la existencia de estos credos en plena Edad Media e incluso varios siglos después.
La singular orografía vasca, el territorio montañoso y en ocasiones de difícil acceso, especialmente en los lugares alejados de las antiguas vías de comunicación romanas y después medievales, tuvo que ser un factor clave para la supervivencia de estos credos a pesar de estar demonizados por la iglesia.
Al hilo de esto y sobre la denominación “Mari” hay distintas teorías. Por un lado cabe suponer que “Mari” es una adaptación del personaje cristiano de Maria, aunque se le atribuya a un personaje muy diferente y mucho mas antiguo.
Otra opción, quizá mas atinada, asocia el nombre a la propia lengua vasca, al Euskera, pudiendo ser una derivación de “Amari” (Ama -ari, es decir, la función de ser madre) o derivar de la denominación “Mairu” que eran unos génios que habitaban en los montes, Maidi que se refiere a la almas de los antepasados o Maddi, que es como se le denomina en otras zonas.
Al igual que ocurriese en otros lugares, la iglesia para hacer suyos los lugares de culto pagano, edificó sobre ellos ermitas o iglesias, transformando algunos ritos o tradiciones ancestrales en propias para “ayudar” de esa manera al transito de unos credos a otros. Pero mas apremiante debía resultar adaptar los venerados dioses y espíritus vascos, a la trinidad y santos cristianos. Así el culto a Mari, pasó a ser un culto a la Virgen Maria ayudado por la similitud de los nombres. Hoy es el día que a la Virgen Maria en euskera se la llama “Andra Mari”, que traducido siginifica “Señora Mari”, que era el nombre con el que era llamada la diosa Mari.
Sugaar
La referencia que se hace a Sugaar (también conocido como Sugar, Maju o Culebro) en el mito de Jaun Zuria es indispensable para atribuirle un origen fantástico al personaje que, a la postre, sería considerado por la leyenda como el primer señor de Vizcaya.
Asegura la leyenda en sus primeras versiones escritas, que quien llegaría a ser proclamado como señor de los vizcaínos, fue engendrado tras un encuentro sexual entre su madre, una princesa exiliada, y Sugaar, una deidad masculina de la mitología vasca precristiana, consorte de la diosa Mari, pero con un papel mucho más oscuro, siendo capaz de abandonar la forma humana adoptando la de dragón o serpiente.
Al “conceder” la leyenda que quien será considerado Señor de su pueblo, fue fruto del trato carnal entre su madre y la deidad masculina mas importante de todo el elenco de personajes mitológicos, cabía esperar que fuese hecho “suyo” por un pueblo que reconocerían en tal personaje, la personificación de sus credos y su propia singulaaridad.
Sugaar representa a las fuerzas masculinas celestes, simbolizadas como una serpiente-rayo. Tal simbología se fundamenta en el hecho de que la unión sexual entre la Madre tierra y el Padre Cielo se llevaba a cabo durante las tormentas, y de tales encuentros surgía una lluvia seminal que fertilizaría las cosechas. En ese acto carnal, el rayo representaría en poder engendrador que penetraba en la tierra por simas y cavidades uterinas. En última instancia Sugaar debería ser entendido como un desdoblamiento de la propia diosa Mari, que le permite a esta autofecundarse.
Así que si se proyecta ese concepto sobre las relaciones humanas, tendríamos que para nuestros. ancestros la armonía entre las personas se basaba entre el “dar y recibir”, entre lo masculino y lo femenino. Ritos que buscaban la armonización tanto con la fuerzas de la naturaleza (lo femenino terrestre, y lo masculino celeste), como con las relaciones entre el hombre y la mujer. Eso es lo que esconde la relación entre Mari y Sugaar: la armonía y complementariedad entre las dos polaridades de la naturaleza.
Y como no podía ser de otra manera, ocurrirá que en medio de una tormenta, para que no quede duda alguna de quien se trata, Sugaar irrumpa con todo su poder en el relato condicionando el destino de varios de sus personajes, pero no, esa historia no debe ser aquí ser narrada.
Gaueko
Literalmente traducido del euskera significaría “de la noche” y se trata de un numen que es una representación invisible del Dios de las tinieblas. Ocasionalmente podría adoptar la forma de algunos animales como una lechuza, u lobo negro, una vaca o una oveja, pero aunque es capaz de controlar los elementos, nada pude hacer contra Mari, su señora.
Su reinado comienza en la medianoche y desaparece al alba. Durante ese tiempo a los hombres no les convendría abandonar la protección del hogar.
Basajaun
Basajaun o lo que sería lo mismo, señor del bosque es en la mitología vasca un genio o numen que habita en lo más profundo de los bosques o en cavernas dotado de fuerza colosal y gran agilidad.
Es alto y su cuerpo de forma humana está cubierto de tanto pelo que le llega hasta las rodillas cubriéndole también la cara.
En algunos relatos aparecen como unos hombres del bosque terroríficos con los que era mejor no toparse, mientras que en otros se les señala como poseedores de secretos útiles para la vida sedentaria de los cuales los hombres aprenderían la agricultura o la fabricación de herramientas. Basajaun es un personaje similar a ogros, trolls y demás «hombres del bosque» de otras culturas que algunos antropólogos vinculan a la coexistencia con el hombre de Neanderthal y que quedaría escrito en la memoria colectiva en forma de mitos y leyendas.
Gentiles
Conocidos como Jentilak, Gentiles o paganos, son unos personajes de carácter huraño, que vivían en apartados en la soledad de los montes, de los bosques o cuevas. Hombres de una talla y fuerza extraordinaria que incluso eran capaces de dar forma a las montañas tallandolas, y de crear extrañas construcciones primitivas formadas por enormes rocas puestas unas sobre otras.
Quizá este aspecto de su leyenda buscase encontrar una explicación para con los cromlechs y dólmenes.
Parece que los Gentiles podrían representar al propio pueblo vasco en origen, perdido en la noche de los tiempos, mucho tiempo antes de la llegada del cristianismo.
Una leyenda narra el final de los Gentiles, cuando éstos divisaron una extraña luz en el cielo. Ignorantes sobre cual sería su significado acudierona a consultar a al más anciano y sabio de entre ellos. Cuando los cansados ojos de éste consiguieron divisar el fenómeno les dijo:
«Esa luz anuncia la llegada de Kixmi (Cristo), es el fin de nuestra raza.» y dicho esto, todos los Gentiles corrieron a una sima a esconderse bajo tierra.
Otra versión narra que uno de ellos se salvó convirtiéndose al cristianismo y este daría posteriormente forma a otro mito, al personaje de Olentzero quien trae regalos a los niños vascos por Navidad.
Otros aspectos mitológicos
Situándonos ahora al margen de los personajes descritos y sin abordar a mas de ellos en profundidad, ya que la lista es muy extensa y hay sobrada información tanto escrita como por la red para quien estuviese interesado en seguir indagando sobre tales cuestiones, si que al menos podemos nombrarles.
Así que no nos podemos olvidar de los hermanos Atarrabi y Mikelats, hijos de Mari los cuales uno representa el bien y otro el mal; de Herensuge el genio de las profundidades; de las inquietantes Lamias, una especie de hadas; de Ttarttalo el cíclope de forma humana, un ser salvaje y antropófago o de Prakagorri un amigable duende deseoso de ayudar en el trabajo a los hombres.
Ciertamente son un extenso y variado elenco, y si la mitología vasca es rica en personajes, no lo es menos en costumbres y al hilo de esto en la novela aparece mención a un elemento muy curioso e interesante de conocer.
Aparece clavada en la puerta de una casa (es esta una costumbre que aún se mantiene, especialmente en el entorno rural vasco) una Eguzkilore.
La Eguzkilore (flor del sol) es la flor del cardo, que una vez seca se coloca en la puerta de entrada de algunos caseríos y casas como una representación del astro diurno desempeñando las mismas funciones místicas atribuidas al sol, ahuyentando a los malos espíritus, brujas, o a los genios de las enfermedades.
La Eguzkilore proteje las casas de una sencilla manera, al plantarse ante la puerta cualquier malvado numen que buscase atentar contra sus moradores y toparse con esa flor clavada en su puerta, abstraído por la belleza de la flor del sol, es incapaz de evitar ponerse a a contar la infinidad de pétalos y brácteas. Como no son muy hábiles en tal labor se equivocan una y otra vez sorprendiéndoles el alba sin haber conseguido cantarlos y por tanto haber accedido al interior de la morada.
Para entender mejor su significación, sirva esta pequeña leyenda popular que la escritora Toti Martínez de Lezea, recogió en su libro «Leyendas de Euskal Herria»:
“Hace miles de años, no existían ni el sol ni la luna y los hombres vivían en constante oscuridad, asustados por los numerosos genios que salían de las entrañas de la tierra. Hastiados de tal situación, los hombres, desesperados, decidieron pedir ayuda a la Tierra.
-Amalur (Madre Tierra) te pedimos que nos protejas de los peligros que nos acechan.
-Hijos míos, me pedís que os ayude y eso haré. Crearé un ser luminoso al que llamaréis Luna.
Y la Tierra creó la Luna.
Al comienzo, los hombres se asustaron y permanecieron en sus cuevas pero, poco a poco, fueron acostumbrándose, al igual que genios y brujas que también se habían atemorizado al ver aquel objeto luminoso en el cielo pero también se acostumbraron y no tardaron en salir de sus simas y acosar de nuevo a los humanos.
Acudieron una vez más los hombres a la Tierra.
-Amalur, te estamos agradecidos porque nos has regalado a la madre Luna pero aún necesitamos algo más poderoso, puesto que los genios no dejan de perseguirnos.
-Entonces crearé un ser todavía más luminoso al que llamaréis Sol. El Sol será el día y la Luna, la noche.
Y la Tierra creó al Sol.
Era tan grande, luminoso y caliente que los hombres tuvieron que ir acostumbrándose poco a poco, pero su gozo fue grande porque, gracias al calor y a la luz del Sol, crecieron las plantas de vivos colores y los árboles frutales. Los genios y las brujas no pudieron acostumbrarse a la gran claridad del día y desde entonces solo pudieron salir de noche. Otra vez fueron entonces los hombres a ver a la Tierra.
-Amalur te estamos muy agradecidos porque nos has regalado la Luna y el Sol, pero al llegar la noche los genios salen de sus simas y nos acosan.
Nuevamente, la Tierra les dijo:
-Voy a ayudaros una vez más. Crearé para vosotros una flor tan hermosa que, al verla, los seres de la noche creerán que es el propio Sol.
Y la Tierra creó la flor Eguzkilore (Flor del Sol), que protegería las casas de los malos espíritus, brujos, lamias, genios de la enfermedad, la tempestad y el rayo.”
Es posible que a la sombra de historias así, y otras de similar fantasía, observemos con la perspectiva del paso de los siglos, aquellos empeños por mantener unas costumbres y credos propios frente a otros que se les imponían con cierta simpatía, aunque cabría preguntarse, que espacio habría para los escépticos, aquellos que tuviesen una visión mas racional del mundo que les rodease, aunque al igual que sus coetáneos, no lo llegasen a entender.
Grandes olvidados en la historia y en la literatura histórica. Seguramente fueron muy pocos, y es natural que de ellos apenas nos llegasen ni mensajes ni crónicas, sometidas constantemente a lo largo del tiempo a continuas revisiones en un mundo donde lo divino regía en gran parte el destino de los hombres, pero no es posible imaginar ese mundo, por antiguo que sea, en el que no existiesen hombres que fuesen mas allá a la hora de plantearse cuestiones para las que los mitos, religiones o leyendas, trataban de ofrecer una justificación sin hallar la explicación.
Solo resta darles las gracias, por mantener viva una llama, que aún en tiempos de oscuridad, lograría con el paso del tiempo, prender la lumbre que comenzaría a liberar a los hombres de la condena que ellos mismos se habían impuesto.